sábado, 4 de abril de 2009

Capitulo 13

- Están cerca, lo siento en el aire.
La brisa del este esta impregnada de su aroma,
huelo la muerte que portan en sus almas. Es tarde, debemos sacar la mayor cantidad de gente posible, no hay tiempo que perder.
- Pero mi reina, luchemos, no podemos huir de nuestras tierras.
Que haremos con el pueblo, donde los llevaremos?
- buscaremos refugio en Venthias, nuestros vecinos nos ayudaran. Por lo menos
Será un buen lugar para guardar el cofre, ahí estará a salvo.
Sus defensas son más fuertes. Da la orden, abandonaremos Coriffes en dos horas.
- Entendido Reina Pantiss.

Las huestes se movían con una velocidad fuera de lo común, su sed de sangre era un motor suficiente para hacerles olvidar la fatiga de la distancia recorrida.
Esta noche festejarían la primera caída en sus manos.
Esta noche estarían más cerca de cumplir los deseos de su creador.
Solo les restaba definir sus movimientos. Debían ser rápidos, una vez completado el objetivo, debían dirigirse a Venthias, para colaborar con el asedio a la ciudad de los Veneth.
- Alfayate, creo que lo mas fácil será encabezar las filas con los arqueros ígneos, si incendiamos todo a nuestro paso, la ciudad cara presa del pánico, solo nos restara dirigirnos a la sala de las tempestades, tal y como dijo nuestro informante. Ahí debe estar el primer cofre.
- De acuerdo hermano, como tu digas. Bien sabes que yo soy mas partidario de empapar las espadas y lanzas con la sangre impura de las razas inferiores, pero dado que no hay tiempo, asustarlos me parece la mejor decisión.
- Gracias por entenderme Gangarath, y créeme, cortaras cabezas cuando los persigamos al próximo punto.
- Que así sea… enviare a los Gmonts al frente.

La batalla del bosque de Arther era inminente, aunque las tropas de Pantiss estaban recibiendo ordenes de abandonar su hogar, lamentablemente su reina no se imaginaba que las huestes negras estuvieran tan cerca. Desconocía el destino al que su pueblo estaba condenado.

- Ciudadanos de Corifess, por orden de la Dama Pantiss debemos abandonar de inmediato la ciudadela verde, no hay tiempo para cargar con efectos personales, debemos salvar la propia vida, nuestro bien mas preciado. En menos de dos horas los guias iniciaran la marcha a Venthias, prepárense, sin perder nuestro valioso tiempo.
- Partir? Porque? – inquirió un ciudadano nervioso.
- Créame mi señor, no hay tiempo para explicaciones. Esas son las órdenes de nuestra Reina, lamentablemente no podemos esperar a los rezagados, así que no pierdan más tiempo, y prepárense de inmediato.
Sercces, consejero y amigo personal de Pantiss se encontraba sumergido en una profunda tristeza, nunca había vivido una situación similar, y aunque le costaba admitirlo, el miedo le obstruía la garganta. Era consiente de que no lograrían irse antes del anochecer.

El miedo a la oscuridad se hacia cada vez mas evidente, aunque las autoridades habían tratado de evitar el pánico general intentando no dar demasiada información, el pueblo presentía que la llegada de la noche era sinónimo de malas noticias.
Y tenían razón, en las afueras de las murallas los Gmonts estaban apostados esperando la orden para atacar, sus flechas teñirían el cielo de los Cofss de fuego. No había escapatoria, los tenían rodeados, solo restaba esperar que el sol se ocultara para convertirse la noche en su alíada.
Y así fue… el último rayo dejo de iluminar la tierra. Y junto con su ida, la orden de Gangarath se oyó clara: “destrúyanlos”.
La primera flecha impacto justo en una de las torres de los vigías, debido a que la arquitectura Cofss se basaba en su entorno, el bosque de Arther, no tardaría mucho en arder. Sin saberlo los sabios habían creado una trampa mortal cuando diseñaron Corifess.
Una lluvia de fuego invadía cada rincón en la ciudad, los gritos de los Cofss eran cada vez mas desgarradores, lamentablemente los preparativos para la partida no habían comenzado ni finalizado a tiempo. Los guías no estaban preparados y dado que eran un pueblo en contra de la violencia no contaban con un ejército común y corriente. Solo tenían unos cuantos guardias, por si los caminos a recorrer por la Reina mientras visitaba otros sitios lo ameritaban.
Una vez instaurado el terror en los ciudadanos, ya no quedaba mucho por hacer, solo debían aceptar su destino, perecer.
Los gritos se oían desgarrando el silencio, el miedo inundaba el aire, no había escapatoria, su pueblo moriría.
Su deber era guardar el cofre, salvarlo a como de lugar de caer en esas manos negras.
La reina Pantiss era bien conciente de esta realidad, aunque en el fondo ignoraba otra, mucho mas terrible, deshonrosa, uno de sus súbditos había dado información al enemigo.
Era momento de luchar, tomar las armas, y dar la vida por la causa.
- Sercces sígueme, vamos por mi armadura.
- Pero mi Reina, las posibilidades son nulas, usted debe irse junto con el cofre.
- No amigo mío, enviaremos a Ratzor en mi lugar, si usan los cristales salvarán sus vidas y el cofre. Él es mas joven que yo, guiara a nuestra gente como lo hizo mi amado, su padre.
- Me enorgullece morir a tu lado, Pantiss, mi amiga. Vamos por nuestro destino.

Pantiss y Sercces recorrieron velozmente lo que hasta ese momento era su hermosa ciudadela, y ahora veían arder entre llamas desbordantes de odio. Los gritos de su pueblo seguían siendo aterradores, pero era evidente que cada vez quedaban menos.
Su gente perecía, callaba, rodeada de ese humo espeso que impedía respirar, y ver el caos en el que estaba sumergida.
Una vez llegados a la sala de las defensas, Pantiss fijó su vista en esa armadura que siempre había admirado, había sido portada por Ednya, su hermana. Una verdadera guerrera de Coriffes, quien un día, usando esa misma armadura había enfrentado a uno de los 13 grandes reyes dragones de Melania, dándose muerte mutuamente, y tiñendo su armadura como el rojo brillante de la sangre de Jarxs, el dragón.
Ese hecho fue lo que bautizo esa armadura, como el legado de Jarxs.
Hoy era Pantiss la que tendría el honor de llevar puesta esa armadura bendecida por el dios alado, la memoria y el temple de su hermana estaría con ella, en este momento de dificultad extrema. Lo sentía, como sentía la voz de su hermana, jurando que siempre estaría con ella, la noche en que partió.
Tal era el parecido entre Ednya y Pantiss, que la armadura le encajaba perfecto, aparentaba ser hecha a su medida. Al terminar de alistarse, Sercces apareció en la sala, portando una de las cotas de mallas con el emblema de Arther, ropa que habían diseñado sus antepasados, y que ni él, ni su generación jamás habían vestido.
Sin duda, los momentos que estaban por vivirse eran únicos e irrepetibles.
- Pantiss, he traído tu daga y el Arco de Ednya. Creo que los necesitaremos.
- Bien Sercces, aunque también serán necesarias las bendiciones de los dioses en esta cruzada.
- No cabe duda, mi reina, estarán con nosotros. O nos recibirán en sus cielos.
- Que así sea.
- Que así sea.

Pantiss, Sercces, y los pocos voluntarios que eran capaces de blandir espadas, acertar objetivos con sus flechas, y manejar levemente un arma estaban listos.
Defenderían el honor de Corifess con sus vidas.
- Sercces, dirígete a la puerta este con los guardias. Los arqueros ocuparan las torres más elevadas, gracias a la maleza no serán descubiertas. Yo daré las últimas instrucciones a Ratzor, antes de su partida. Entendido?
- Como siempre reina Pantiss.

Pantiss volvió a recorrer las inmaduras ruinas de su ciudad, los Gmont estaban arrasando todo a su paso. Debía apresurarse y llegar al palacio, donde esperaba Ratzor, su hijo, y así asegurarse de que partiera con el cofre a salvo.
- Hijo, ya es hora, debes irte.
- Aunque va contra mis deseos, debo obedecerte madre, pero te juro, que esto no será olvidado. Si algo te sucede, yo mismo con mis manos vengare tu muerte, y la de nuestro pueblo.
- Al verte hablar así, es imposible no ver a tu padre reflejado en ti, él sin duda se enorgullece de ti, desde donde esté. Serás un gran reemplazante para mí, serás un gran rey.
- Soy la sumatoria perfecta de ustedes madre, ni más, ni menos.
- Recuerda todo lo que siempre te explique sobre los cristales, los siete se conectan entre si, pero debes tener cuidado, y decir las palabras justas, sino puedes errar tu destino. Y terminar perdido. Confío ciegamente en ti hijo, vete.
- Madre, prométeme algo, nos volveremos a ver. Entendido?

Pantiss asintió, ahogando su angustia en las lágrimas que nacían de sus ojos.
Sabia que estaba mintiéndole a su hijo, dado que salvarse era imposible.
Se obligó a si misma a alejar todo temor de su interior, portaba el legado de Jarxs, el espíritu de Ednya la acompañaba. Tenía que honrar ese momento.
Atravesó por última vez los jardines que la habían visto crecer, los árboles donde más de una vez había trepado. Y enfrento el oscuro augurio de su destino.

sábado, 14 de marzo de 2009

Capitulo 12.

Los diminutos seres bajaron de la copa del árbol con gran rapidez, debían amarrar el cuerpo del extranjero antes de que se despertara. Horgra lo había mandado a buscar porque quería inspeccionarlo en detalle, no entendía que podía llegar a hacer ahí. Un extraño nunca era bienvenido sin invitación.
Tras ajustar los nudos hechos con la tela que generaban las Nych, comenzaron con el ritual para abrir el portal. Solamente ellos podían hacerlo, hasta el momento nadie ajeno a Pridinol conocía la canción que abría las puertas del tronco que comunicaban con su ciudad.
Uno a uno se miraron a los ojos, y entonaron las palabras adecuadas.
Espriditichy – voltaerum – solcitare – amenghian – zanuart
Espriditichy – voltaerum – solcitare – amenghian – zanuart
Espriditichy – voltaerum – solcitare – amenghian – zanuart

La tierra comenzó a vibrar levemente, y en el tronco del árbol un pequeño hoyo se formo, poco a poco se hizo mas grande, contando con una potente luz en su interior.
Los pequeños Pridens levantaron sin esfuerzo el cuerpo inerte del forastero, y comenzaron a caminar hacia la luz.
Al introducirse en Pridinol, un nuevo escenario se presento, a lo lejos se observaba una ciudadela blanca, con inmensas murallas manchadas de un color negro, como si estuviesen carbonizadas, separada de los Pridens por un basto campo de secas praderas, y flores marchitas, el panorama era desolador.
Diclopp tomo su silbato, y tras hacer sonar la señal, unas cuantas Nych aparecieron para oficiarles como transporte una vez más. Ellas conocían el camino a las mazmorras de memoria.
Después de recorrer una gran distancia inundada de sequía, atravesar una especie de ciénaga, introducirse en el interior de la ciudad ahora negra, y bajar unas cuantas escaleras llegaron a una cámara iluminada por antorchas.
- Tráiganlo ante mi- Dijo una voz desde la oscuridad.
Los Pridens depositaron el cuerpo a los pies de Horgra.
- Bien, Diclopp, despiértalo, ya durmió suficiente.
- De acuerdo…
Luego de darle unas cuantas gotas de rocío púrpura, el cuerpo del ser extraño comenzó a temblar, pero fue algo momentáneo, dado que a los pocos segundos el movimiento paro.
Suavemente sus ojos se abrieron, y ahí estaba, observando sin entender absolutamente nada a unos gigantes que lo miraban con desprecio.
Como era posible estar en ese lugar, lo último que recordaba era un sitio muy distinto a eso.
- como te llamas? Que haces aquí? Pregunto Horgra sin perder tiempo.
- Quien quiere saberlo?
- No te pases de listo, o serás alimento de nuestras Nych.
- Si supieras a quien tienes en frente, no te dirigirías a mí en esos tonos, es más, cuidarías cada sucia palabra que expulsa tu boca.
- Jajaja no me hagas reír, dime quien eres, y que planes tienes, o mis zapatos seran lo ultimo que besaras…
- Soy Adriel, príncipe heredero al trona Drakk. Y toma mi consejo, suéltame antes de que sea tarde…
- Insolente, que ha- Horgra fue interrumpido por Diclopp.
- Señor, hemos descubierto unas huellas ajenas a las Nych, alguien nos ha seguido hasta aquí.
- Pero como es posible! Eres un inútil! Las palabras son secretas!
- No entendemos como sucedió, pero créame, en breve estará solucionado.
- Tu vida depende de que nadie ajeno a Pridinol salga vivo de estas tierras.

Carmak observaba toda la situación escondido detrás de unas cajas, para ser sincero estaba muerto de miedo, pero debía dejar sus sentimientos de lado, y liberar al príncipe Adriel. Planeaba esperar a que esos seres se durmieran, pero seguramente dejarían guardias custodiando a su amigo.
Fue entonces que decidió que la mejor forma de ayudar, era atacar. Si dejaba pasar mas tiempo quien sabe que tortura podían proporcionarle a Adriel.
Estaba decidido, o soltaba a su amigo, o perecía en el intento.
Una vez que lleno su pequeño cuervo de valor, respiro profundo, y salto con una daga en la mano. Lastima que no llego muy lejos, debido a que unas cuantas manos lo sujetaron con firmeza y lo arrastraron a la oscuridad.
- Quédate quieto, ni respires, o sentirás el frío acero de mi espada enterrarse en tu corazón.
Carmak solo pudo asentir con un leve movimiento de cabeza, dado que hasta le habían tapado la boca.
- Bien, si te soltamos, prometes no gritar?
Carmak una vez mas asintió, y luego de que dejaran de apretar su boca, respiro profundamente.
- Como te llamas?
- Carmak, soy un Monplath.
- Que hacen aquí, tu y tu amigo?
- Él no sabe que yo estoy aquí, el me echo, dijo que me valla de nuevo al palacio, porque yo no sir-
- DETENTE! Si sigues gritando y llorisqueando así nos oirán!
- De acuerdo, perdón… es que tienes que entenderme, yo solo tenía brotes de alergiaaaaaaachiiisss!!!
Basto con un leve sonido para que las Nych ubicaran la dirección donde se encontraban escondidos, y eso no fue lo peor, no solo ellas lo habían sentido, también Horgra.
- Vallan mis queridas, aliméntense, lo único que les pido es que me traigan la cabeza, para ver quien era el visitante indeseado.
El silbato de Diclopp sonó una vez más, y las hambrientas Nych salieron de cacería,
Sea lo que sea el causante de ese ruido, no viviría para explicarlo.

- Debemos irnos de inmediato, no hay tiempo de seguir preguntando.
- Tienes razón Polcam, al túnel.

Las manos soltaron definitivamente a Carmak, y comenzaron a guiarlo por la oscuridad. Para el joven e inexperto Monplath no había tiempo de dudar, era confiar en ellos, o ver de cerca esas horribles Nych. No había lugar a dudas, y comenzó a correr a la par de sus captores.
Luego de tropezarse varias veces, golpearse contra húmedas y viscosas paredes, y sentir que el aire se hacia mas espeso, Carmak se dio cuenta de que sus compañeros estaban en un punto que desconocían. El lugar se le antojaba espantoso, y algo parecido a un gusano rozo una de sus manos, el susto fue tal que Carmak se abalanzo sobre Polcam, quien termino teniéndolo en brazos como si fuera un niño.
El que parecía ser el jefe se disponía a regañarlos, pero una vibración bajo sus pies lo detuvo. Pensó que eran las Nych que los habían encontrado, que se los comerían sin dejar rastro de su existencia, y cerro los ojos para evitar ver el terror caminar sobre ocho patas. Por suerte para Carmak y compañía, él se equivocaba. No eran las Nych acercándose, era el suelo, estaba cediendo bajo sus pies.
La caída fue terrible, no sabían cuantos metros habían recorrido en total oscuridad por esa profundidad, pero el aire se tornaba denso, era prácticamente imposible respirar. Cada uno de ellos se imaginaba como seria el final, como sus cuerpos se estrellarían contra algo que haría las veces de suelo, pero el impacto nunca llegaba, y nunca llegaría. O por lo menos, no de la manera que ellos lo esperaban.
De repente, todo movimiento paro. Su cuerpo fue detenido suave y elásticamente por algo pegajoso, era imposible librarse. Por suerte para ellos, una de las manos de Polcam había quedado sobre el bolso que éste llevaba, de él extrajo una piedra de amathas, que era utilizada cuando se extraviaba alguien en las expediciones, si bien la luz que largaba era lo suficientemente potente como para iluminar cualquier rincón oscuro, tenia un problema, duraba unos pocos minutos. Pero por lo menos les serviría para darse una mínima idea de donde se encontraban.
Tras decir la palabra que activaba la piedra, el lugar se ilumino.
Era una especia de recamara, seguramente en tiempos inmemoriales había albergado incontables tesoros, pero hoy se encontraba vacía. O por lo menos eso parecía.
Las paredes estaban cubiertas por una densa tela, similar a la que había detenido la caída, no tenían idea de donde había surgido, hasta que vieron dos inmensas patas asomarse rápidamente de una especie de grieta en el suelo.
- Siempre me pregunte de donde habían salido las Nych.- Dijo Polcam con ironía.
- No importa de donde salieron, lo importante es que tenemos una inmensa ante nosotros. Debemos actuar con rapidez. Polcam, llegas a una de tus dagas? Tal vez si cortas una de las líneas de las telas, la tensión se debilite, y podamos movernos. Inténtalo, date prisa.
- De acuerdo señor, tratare, solo déme un instante.
- Me temo que es lo que nos falta, tiempo, no quiero asustarte, pero nuestra pequeña anfitriona se acerca cada vez mas.
- Es que, no, llego, tan solo, si pudiera…
- Vamos, vamos, vamos…
- Espere, espere. Ya casi.
Justo en el instante en que la daga era alcanzada, la descomunal Madre Nych tomaba impulso para saltar sobre los caídos en su tela, levanto sus dos patas delanteras, y dejo ver unos colmillos empapados en veneno. La primer victima había sido elegida.
Polcam alcanzo a gritar, y su jefe llego a ver como una sombra tapaba la poca luz que quedaba de la piedra. Su final estaba cerca.
La situación desesperaba a Carmak, quien lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos, y repetir para sus adentros algo que Adriel una vez le había enseñado.
Sin quererlo, el pequeño Monplath pronuncio las palabras de un poderoso hechizo Drakk, la gigantesca Nych quedo petrificada, se había convertido en piedra. Y al hacerlo, se desmorono sobre su propia tela, rompiendo con su peso gran parte de ella. No la destruyo del todo, pero si lo necesario como para liberar a sus victimas, quienes todavía no salían de su asombro ante tal evento.
- Discuculpepen- dijo Carmak. – Yo nono quiero alarmamarlos, pepero, si miran
Ababajo…
Una centena de patas comenzaron a asomarse de la grieta, sin duda eran las pequeñas hijas Nych que venían a alimentarse. Estaban rodeados. Si bajaban, debían enfrentarse prácticamente en la oscuridad ante una infinidad de Nych, y si subían estaba Horgra buscándolos. Tras meditar un segundo, decidieron volver a subir, por lo menos arriba se podía respirar.
Uno a uno comenzaron a escalar por los restos secos de la tela. Las Nych no perdían tiempo, y se acercaban más y más.
Después de trepar un buen periodo de tiempo, y cubrir una amplia distancia, la luz del exterior comenzó a colarse por algunos orificios en las paredes. Para su sorpresa, al darse cuenta de esto, las Nych de las profundidades se detuvieron, al estar acostumbradas a vivir en plena oscuridad, se les hacia imposible tolerar destellos en sus infinitos ojos.
Para fortuna de nuestros sobrevivientes, esto significaba un problema menos. Ahora solo restaba preocuparse por volver a su escondite, lejos de Horgra y su grupo de Pridens profanados.
Una vez en la superficie, notaron que no había rastros que demostraran que aun los buscaran, sin duda se habían enterado de su caída, y las Nych de Horgra no se atrevieron a bajar a los dominios de su madre. Erróneamente los habían dado por muertos.
- Bien Polcam, venda los ojos de este extraño y diminuto ser, todavía no sabemos verdaderamente quien es o que hace aquí, y no podemos darnos el lujo de poner en riesgo la ubicación del santuario.
- Entendido señor. Permíteme vendarte Carmak, confía en mí.
Carmak fue vendado, y conducido por un camino desconocido no solo para él, sino también para Horgra y las Nych.
Luego de un rato de caminar, el pequeño Monplath se encontraba en lo que ellos habían llamado el santuario. Era un lugar que desbordaba belleza, por donde sea mirado.
Carmak se perdió en sus pensamientos ante tal espectáculo, pero volvió a la realidad al darse cuenta de que estaba siendo observado.
- Donde estoy?- pregunto.
Y fue entonces, que el más serio de sus compañeros se presento.
- Estas en el nuevo santuario de Yahjalma, mi nombre es Rodinack. Soy el líder de los Pridens libres, o rebeldes, como Horgra nos suele llamar. Debo agradecerte el haberme salvado hoy, pero espero que me entiendas… si no me dices de inmediato de donde vienen, y hacia donde van tu y tú amigo, tendré que matarte, y créeme, Horgra no tardara mucho en hacer lo mismo con él. Habla!

Carmak era presa de un miedo descomunal, pero no importaba, debía hablar aunque sabía que no era lo correcto, tenía que salvar al príncipe Adriel, costara lo que costara.

Capitulo 11.

Un nuevo amanecer se mostraba por la ventana de la casa de Leiden, hacia un largo rato que la señora Arameth daba vueltas en la cocina. Tenia que preparar el desayuno para su familia, así les resultaría más fácil afrontar las actividades de su largo día.
Mientras cocinaba, entonaba una vieja canción que les cantaba a sus hijos a la hora de dormir, hablaba de los paramos del valle rojo, un lugar encantado, en donde se decía que las almas de los niños perdidos se encontraban con la de sus padres.
Los mellizos ya estaban levantados, prestos a desayunar, así que Arameth envió a Zirma a despertar a Leiden.
Luego de recorrer la distancia que separaba la cocina de la habitación de su hermano, Zirma poso su mano en el hombro de Leiden. Con un suave movimiento intento despertarlo, pero fue inútil, Leiden era capaz de dormir en medio de un terremoto.
Volvió a mover el cuerpo de su hermano, pero esta vez susurrando su nombre.
– Leiden- dijo. –despierta, mama nos espera con el desayuno.
Los ojos de su hermano estaban desorbitados, mirando hacia la nada.
Zirma volvió a insistir, esta vez con un poco más de fuerza, pero fue un grave error. Con un rápido movimiento el joven tomo a Zirma del cuello, ambas manos intentaban ahogarla, la fuerza era tal, que impedían que la niña gritara.
Leiden estaba ido, en su rostro se reflejaba una ira terrible. Un sudor frío corría por la frente del joven, el recuerdo de la noche anterior había estado latente en sus pesadillas.
Su mandíbula estaba completamente apretada debido a la fuerza que ejercía, no hablaba, pero entre quejidos esbozo: - no se la llevaran.
Zirma estaba morada, cada vez le costaba mas respirar, le resultaba imposible hablar, pero aun podía expresar algún quejido. Tuvo suerte, Darest que habitualmente dormía con Leiden se despertó, y ante tal escena se asusto. Comenzó a ladrar desesperado, de tal forma que Arameth y Athos no tardaron en acudir a su encuentro.
La cara de Arameth cambio rotundamente al ver a Leiden lastimando a Zirma, el miedo la paralizo. Por suerte para su melliza Athos no tardo en reaccionar, se abalanzo sobre Leiden, tratando de lograr que soltara a la niña. Al ver esto, Arameth volvió en si, y comenzó a llamar a Framar, quien en un abrir y cerrar de ojos se encontraba ante esa situación. Framar se acerco a Leiden, y con una seguridad inmensa, acompañada de la fuerza que poseía, aparto las manos de Leiden de la garganta de su hija.
Leiden seguía repitiendo esa oración… “no se la llevaran”
Athos, junto con Arameth ayudaron a Zirma a incorporarse, de a poco su rostro iba recobrando su tonalidad habitual, aunque sus nervios seguían completamente alterados.
Framar abrazaba a Leiden, lo acurrucaba en su pecho, y le cantaba una canción que lo hacia dormir de pequeño. Una vez más funciono. Leiden dormía de nuevo, en los brazos de su amado padre.
Mientras tanto, Zirma lloraba desconsolada, si bien físicamente estaba bien, el susto que se había llevado duraría un largo tiempo en su interior.
- Zirma, hija, que ha pasado?
- No lo se madre, solamente lo intente despertar.
- Pero como es posible que reaccionara así…
Framar interrumpió la conversación, y decididamente expreso:
- Athos, acompaña a Zirma a su habitación, Arameth, trae agua helada, Leiden vuela de fiebre.
- Pero que pasa con nuestro hijo?!
- No lo se querida, tendremos que llamar al viejo Orack.
- De acuerdo, mandare a Athos a buscarlo.
Darest observaba la situación impávido, él sabia bien lo que le pasaba a Leiden, pero sin duda verlo hablar seria demasiado para Arameth y Framar. Una vez más decidió mantener su lugar y callar. En definitiva, hacia casi mil años que no pronunciaba ninguna palabra en la lengua de los humanos, que le haría un tiempo mas. En breve Leiden cumpliría sus 23 años, y llegaría el momento de romper su silencio.

Athos corrió hacia el establo, y ágilmente monto a Soddom, habitualmente tenia prohibido cabalgar el caballo de su padre, pero esta situación lo ameritaba, las ordenes de su madre habían sido claras: “trae al señor Orack de inmediato, se veloz, no hay tiempo que perder”
Definitivamente Soddom era el medio más rápido para cumplir su tarea.
Una vez atravesada la puerta, golpeo con sus tacos las costillas del robusto animal, Soddom salio disparado en dirección este guiado por Athos. Verlo galopar era algo hermoso, su pelaje negro brillaba con tal intensidad bajo los rayos del sol, que lograba que todas las personas que se cruzaban en su camino interrumpieran su vida, y admiraran su majestuosidad. Ese corcel era envidiable.
Y ahí estaba, llevándolo a toda velocidad por los caminos que unían su casa, con la de Orack, el viejo brujo Nordio. Un gran sabio, proveniente de las heladas tierras del Norte, exiliado hace algunas décadas de su hogar, debido a la invasión sufrida por su pueblo, a manos de los Melkrafth. Orack es uno de los pocos sobrevivientes Nordios, una raza que vio nacer al mismo firmamento, ama la vida más que a nada en el resto del mundo, defiende la paz, y la naturaleza. Su pueblo muchas veces había sido victima de asedios con el fin de apoderarse de sus conocimientos ancestrales mediante la esclavitud de sus sabios, pero todos habían sido repelidos por la misma Melania, quien había llevado a los invasores al fracaso y a una condena eterna, el exterminio. Se decía que los Nordios serian los últimos en irse de estas tierras, hasta que sucumbieron bajo el poder Melkrafth, en lo que se llamo la noche del llanto imperecedero. Los viejos libros contaban con innumerables paginas que contaban estos hechos, desde la creación de la bóveda celeste, el nacimiento de Meren de Hassfed, el primer rey Nordio, pasando por la supuesta traición que condeno al pueblo, hasta los rumores que hablan de los pocos sobrevivientes y un posible resurgimiento en el momento en que deban devolverle a Melania la ayuda prestada antaño.
Una historia sin lugar a dudas en exceso interesante, pero algo que jamás llamo la atención de Athos. Así que al llegar a la puerta de Orack, él desconocía verdaderamente al ser que estaba por visitar.
Bajo de Soddom con maestría, sin duda Athos había nacido para cabalgar. Se paro justo en frente de la puerta de roble con intenciones de golpearla, pero no fue necesario. Con un leve chillido la puerta se abrió, y tras dudar unos breves segundos, Athos ingreso.
Al hacerlo vio una figura, sentada de espaldas, tarareando una hermosa melodía.
De repente el sonido se interrumpió, y Orack fríamente pregunto…
- Era hora, joven Athos (ALGO).
- Señor, perdón por mi intromisión, es que la puerta estaba abierta. Bien… vera, mi madre me ha enviado a buscarlo para que-
- Vea a Leiden, ya lo se. Lo se hace tiempo.
- Pero porque??
- Hay preguntas que surgirán, que nunca tendrán respuesta. Si nos detuviéramos a intentar entender todo, no nos quedaría tiempo para vivir. Vámonos, no hay tiempo que perder.
- Entendido.

Athos dejo esa extraña casa, con la sensación de haber fallado en su simple misión.
Arameth lo había enviado en busca de un medico para su hermano, y el sentía que lo único que había conseguido era la visita de un viejo loco.
Orack se negó a subir a Soddom, decía que las nubes galopaban el cielo, mas rápido de lo que un caballo puede mover su cola.
- Vuelve rápido a tu casa Athos, nos encontraremos ahí. Prometo esperarte para despedirme si todavía tu no has llegado.
- Que dice? Señor, yo no estoy jugando. Mi madre esta desesperada. Le agradecería que dejara de jugar conmigo, y con la fiebre de mi hermano.
Athos sintió un gran disgusto al ver el cuerpo de Orack caminar por el prado, sin duda todo este viaje había inútil. Y lo confirmo al oír la voz del brujo diciendo:
- Apúrate joven, o no llegaras… esta juventud de hoy…
Soddom fue el receptor de la indignación que atravesaba su jinete, al sentir como esos tacos se hundían en su cuerpo. Tras relinchar salio disparado, de regreso a su hogar.
Los caminos esta vez parecían mas cortos, la gente que cruzaban en su viaje no tenia tiempo ni siquiera de poder observar que o quien era esa persona montada sobre esa veloz sombra. Debía volver a su casa, para avisarle a su madre que había fallado.
Y una vez allí, Athos pensó que visitaba un sueño.
Al entrar en la habitación de Leiden, donde además de su hermano se encontraban Framar y Arameth, casi enloquece. El mismísimo Orack estaba sentado junto a la cama, era algo imposible. Se propuso matar la enorme duda que atravesaba e indagar al brujo. Pero éste lo interrumpió:
- ya te he dicho Athos, muchas respuestas deben esperar.

Framar y Arameth observaron sin entender al mellizo, quien a estas alturas ya se encontraba pálido.
- Mejor ve con Zirma hijo, ya has hecho demasiado.
- Si padre, gracias.

- Dígame Orack, cual es el motivo de la fiebre?
- Mi señora Arameth, la explicación es muy extensa y complicada para explicarla ahora, y créame, no llegara a entenderla. Ni yo aun lo hago.
- Pero usted no puede contestarme eso! Debo saber que le ocurre a Leiden!!
- Confie en mi, y haga silencio…

Los ojos del brujo Orack se concentraron en la nada, miraban ajenos a todo momento, a toda realidad, lentamente comenzaron a tornarse blancos. Un cántico provenía del interior de la garganta del Nordio. Sin alejar su vista del cuerpo de Leiden, se acerco a su bolso, de él saco una especie de botella pequeña. En su interior brillaba un líquido color rojo, el aroma era exquisito. De a poco su canto fue menguando, y mientras vertía unas gotas en la boca del joven, comenzó a pronunciar unas palabras en una lengua intangible para los padres de Leiden. Quienes observaron como el cuerpo de su hijo dejaba de temblar, y en su rostro aparecía un gesto desbordante de paz.
Orack volvió a cantar, guardo la botella de nuevo en su bolso, y lentamente sus ojos volvieron a su estado habitual.
- Estará bien- dijo mientras se incorporaba.
- Duerme? Cuando despertara?
- Cuando sea el momento señora Arameth, cuando sea el momento…
Ahora debo irme, ante cualquier acontecimiento, saben donde encontrarme.

Framar rompió su silencio para agradecerle, y se ofreció a llevarlo a su casa cabalgando a Soddom. Pero el brujo una vez más se negó.
Dijo que solamente acompañándolo hasta la puerta ya era suficiente.
Una vez ahí, Framar dirigió la vista hacia su caballo, y volvió a insistir con devolverlo a sus aposentos. Pero lo que más lo sorprendió no fue no recibir respuesta, sin duda, fue el voltear, y no ver ningún tipo de rastro de la figura de Orack.
Tal vez si hubiese levantado un poco más la vista, hubiese notado esa nube que se desplazaba a gran velocidad…

Capitulo 10.

Millas y millas lo separaban de Drakkomith, y Routh seguía tan distante como al principio. Más de una vez había pensado en dar la vuelta y volar a casa, pero también más de una vez su conciencia le decía que no era posible. El era parte de estos acontecimientos, que cambiarían los días en Melania.
Pronto amanecería, y la constelación que guiaba su camino dejaría de ser visible.
Era necesario cubrir la mayor distancia posible mientras podía, ese era el motivo por el cual no había interrumpido su marcha en toda la noche, aunque a estas alturas estaba agotado. Pero si quería seguir con su misión, tenia que parar.
Adriel descendió de los cielos con mucha sutileza no era conveniente que alguien mas se percatara de su presencia. Aunque desde las alturas no había observado nada peculiar, prefería estar atento y pasar inadvertido.
Tras alimentarse y beber un poco de agua, sus fuerzas se vieron renovadas, aunque no así su cansancio. Debía dormir, o no seria capaz de seguir.
Miro todo a su alrededor buscando el sitio ideal, no era habitual que un príncipe Drakk durmiera a la intemperie. No era un lujo que solía disfrutar.
Aunque era hijo de un linaje puro de antepasados reyes de su tierra, Adriel siempre se había mostrado distinto, no era engreído como sus padres, tal vez este seria el motivo por el cual él era tan querido por su pueblo.
No podía decidirse tan fácil, todo le resultaba tentador. Unos cuantos árboles se mostraban muy cerca de donde él estaba, no recordaba haberlo visto mientras estudiaba mapas en su infancia, pero ese detalle nada importaba ahora, nadie podía quitarle el placer que sentía al imaginarse dormido en las sombras que generaban esos sauces.
Definitivamente esa fue su decisión. Suavemente comenzó a volar hacia esas copas verdes que se elevaban a lo lejos. A medida que se acercaba sentía el cantar de los pájaros en ese sitio, sin duda era ideal para su descanso merecido.
Llego a los límites del pequeño bosque y comenzó a caminar entre los árboles buscando uno que se viera cómodo, aunque no diferían mucho uno del otro. Era un lugar hermoso, los rayos del sol se colaban entre las ramas, iluminando todo a su alrededor de un apacible color verde.
Sin duda era uno de los lugares mas hermosos que había conocido.
Había notado que todos los árboles eran idénticos, parecían vivos reflejos de sus pares, algo que le pareció un tanto extraño, pero que adjudico a su vista cansada. Fue cuando noto uno verdaderamente distinto a los demás que se sorprendió… de su copa colgaban unos frutos, cosa que no ocurría en los anteriores.
Se acerco a él para observarlo bien de cerca, pero no había nada fuera de lo común.
El aroma que liberaba era increíble, sin duda esos frutos deberían ser exquisitos. Pensó recoger uno y llevarlo a su boca, pero la sensación de saciedad que experimentaba por el Mersû no lo permitió.
Recordó el motivo por el cual había llegado a ese sitio, y el sueño volvió a apoderarse de su cuerpo. Seria conveniente descansar, y ya había encontrado el lugar indicado.
Tras descolgarse su bolso Blojh se acomodo de manera apacible a los pies del árbol, posando sus manos bajo su cabeza, se dispuso a dormir. Pero los minutos pasaban y no lo conseguía, era extraño, dado que experimentaba un cansancio total. Cerro de nuevo los ojos, intento despejar su mente, ponerla en blanco, liberar sus pensamientos de tantas preocupaciones aunque sea de forma momentánea, pero era inútil, el sueño lo había abandonado.
Adriel se sentía malhumorado, deseaba dormir. Y no lograrlo lo irritaba mucho más que su cansancio. Se sentó, observo todo a su alrededor, y noto que los pájaros ya no cantaban, todo el lugar había enmudecido. Lo único que rompía ese silencio eran los latidos de su corazón, y su acompasada respiración. Lentamente comenzó a sentirse incomodo, observado, aunque era mejor restarle importancia, y tratar de descansar, sin duda después se sentiría mejor. Volvió a recostarse, intentando dormir una vez mas, y casi lo estaba logrando, hasta que sintió como unas ramas se quebraban sobre su cabeza, si bien se desconcentro, Adriel no abrió para nada los ojos, se conformaba con imaginar que seria una ardilla, o algún ser similar que viviera en ese árbol. Pero se convenció a si mismo de ese error, al ser victima de un fuerte golpe en la cabeza.
Rápidamente se incorporo de un salto, desplegó sus alas y desenvaino su resplandeciente espada, sea quien sea su atacante había cometido un gran error al meterse con un príncipe Drakk soñoliento.
Más fuerte que ese repentino golpe fue su sorpresa al verificar que en ese lugar no había absolutamente nadie, ni siquiera vio una huella ajena a su persona. El único cambio que noto luego de observar todo en detalle durante unos cuantos segundos, fue que uno de los frutos del árbol estaba caído muy cerca de donde momentos antes él descansaba. Lo tomo, lo limpio un poco, y lo miro de cerca, era un cuerpo esférico perfecto, al olerlo confirmo que el hermoso aroma en el ambiente provenía de ese árbol. Y la tentación lo supero.
Dejando de lado el cercano recuerdo que tenia su estomago por el Mersû, llevo la fruta a su boca, no se había equivocado, el sabor era de los mas deliciosos que jamás había probado. Sin darse cuenta, en pocos bocados termino de comer. Quería más, sentía que necesitaba más. Desplegó sus alas decido a tomar unas cuantas mas, pero no llego a elevarse mas que unos pocos centímetros del suelo. Volvió a intentarlo, pero esta vez fue peor, no solo no contaba con la fuera necesaria para volar, sino que también era presa de un fuerte mareo. Todo en torno a él daba vueltas sin parar, se sentía pesado, sus parpados caían, y él no lo podía evitar.
Lo que el príncipe heredero al trono Drakk había intentado durante mucho tiempo en vano, una simple fruta lo consiguió en cuestión de segundos. Adriel yacía inconciente al pie de ese árbol, de extraños frutos con hermosos aromas.

Capitulo 9.

- Arkanis, tienes novedades?
- Si señor, nuestros enviados han encontrado a la niña.
- Perfecto, cuando crees que estarán aquí con ella?
- Al amanecer, estaban pasando las montañas, vive en una pequeña aldea.
- Buen trabajo Arkanis, y bien, dime, han conseguido las llaves?
- En estos momentos nuestros ejércitos se están alistando para dirigirse a los 7 puntos ancestrales, tienen órdenes de arrasar con todo lo que se crucen, y eliminar a todo aquel que ose interponerse en nuestros planes. Confíe en mi Señor Zargoth, el destino de Melania esta sellado.
- Sabes muy bien que no tienes mucho tiempo, así que aprovéchalo, antes de que mi benevolencia hacia tu mísera persona se agote, y termines convirtiéndote en alimento para Rackoh.
Invadido por el odio que generaban las palabras de Zargoth, Arkanis sintió unas intensas ganas de acabar con su líder, muchas veces se había imaginado viviendo ese placer, clavando su espada en lo más profundo de su pecho, o envenenándolo en la cena,
O simplemente decapitándolo. Pero se le hacia imposible, Zargoth portaba todo el tiempo esa espada maldita, entre otros poderes que concebía estaba el de hacer sentir a su portador cuando su vida corría peligro. Por el momento tenia que someterse a Zargoth, y esperar, seguramente tarde o temprano iba a llegar el momento en que las cosas cambien, y Melania sea suya.
- Señor, no necesita utilizar sus amenazas sobre mi, conoce bien mi lealtad hacia usted.
Soy el que vela porque nuestra campaña se cumpla con éxito.
- Eso espero Arkanis, eso espero…
- Con su permiso mi alteza, debo dar la orden para que el avance comience.
- Perfecto, retírate, y no vuelvas, hasta que vengas con buenas noticias.
- Como usted desee- contesto fríamente Arkanis. Haciendo una leve reverencia, se alejo de los aposentos del Señor Zargoth, para perderse en la oscuridad del palacio, el camino hacia donde esperaban sus tropas era largo.

- Bien Flouter, con cuantos contamos?
- 4.000 Gmonts, 3.000 Anderions con sus respectivos jinetes, 1.000 Doriants del este, y viene en camino una avanzada Skull.
- Son pocos, debemos asegurarnos las 7 conquistas.
- Señor, perdone mi atrevimiento, pero los números no ganan guerras. El asedio esta completamente basado en estrategias, eso nos hara ganar tiempo hasta que lleguen los refuerzos que fueron solicitados a los comandantes de las razas del oeste. Créame, saldremos victoriosos.
- Confío en que así sea Flouter, o Zargoth colgara nuestras cabezas como adornos en su sala.
Me dirigiré a los claros del palacio, llego la hora de que nuestro ejercito comience su misión, es tiempo de poner fin a la era de la luz en las tierras de Melania.

Al acercarse a los balcones de la sala de las tempestades, el murmullo de las huestes formadas en las afueras de la fortaleza Forbloom le erizaba los sentidos.
Pero como comandante del ejército negro, debía dar el discurso que iniciara esta campaña, la ultima de su carrera como militar.
Al ver ese tumulto de seres, que si bien no era lo numeroso que el creía necesario, impresionaba con su actitud, quedo paralizado. Inspiraban terror.
Ahí estaban, los estupidos y torpes Gmonts, formados con sus esplendorosas armaduras de onix, vistos a esa distancia parecían una sombra gigante portadora de muerte. Y pensar que tantas veces el pueblo Gmont solamente había sido utilizado como mano de obra barata.
Éstos fueron obligados a retirarse de los lindes del bosque de Armah, cuando fue completamente devastado por Zargoth, con el fin de recolectar madera para su proyecto bélico. Condenándolos así, a vivir en las cavernas del sur, donde se volvía imposible encontrar tierra fértil. Los Gmonts se alimentaban de las sobras que enviaba Zargoth, quien ya se los había imaginado como peones en su tablero. Debido a la falta de alimentos a la que fueron sometidos los Gmonts, fue posible sumergirlos mas rápido en los deseos del líder oscuro.
Y ahora ahí estaban, luego de un arduo entrenamiento, habían sido convertidos en maquinas asesinas, carentes de fuerza de voluntad, debido a su ignorancia por lo correcto o incorrecto, idolatraban a Zargoth, como si fuera un dios.
Luego de pasar su vista por los Gmonts, Arkanis enfoco su visión en figuras que surcaban los aires.
Se imaginaba a los Anderions desplegar sus enormes alas sobre los cielos libres de esta era, tapando y ocultando todo rayo del sol, sin duda sumergirían en oscuridad esta guerra.
Eran fieras provenientes del mismísimo infierno, descendientes de los ancestrales dragones de Broth, una especie que un día supo conquistar los cielos de Melania, pero que misteriosamente milenios atrás desaparecieron, sin dejar rastro alguno.
A diferencia de sus similares Anderions, los Dragones de Broth no eran presos de una sed insaciable por la sangre ajena, y poseían un amor incondicional por la vida en armonía.
Montados sobre los Anderions se podía ver a los guerreros Tarkors, provenientes de las húmedas islas del oriente medio, eran una raza que odiaba a todo tipo de ser viviente no proveniente de sus islas. Habían aceptado pertenecer a las filas de Zargoth, con la inamovible condición, de que el líder oscuro devastara las tierras de los Tormmos, una tribu vecina de éstos, muy similar en costumbres y cultura, pero totalmente diferente en su egocentrismo.
Hasta el momento Arkanis se encontraba anonadado por lo que sus ojos le presentaban, pero sin ningún lugar a dudas impresionaba mucho más el observar a los Doriants, eran gigantescas masas musculosas, sus dos cabezas aterrorizaban cualquier sueño, convirtiéndolo en la peor pesadilla. Provenientes de las montañas heladas del este, vivían en soledad, aislados de un mundo que en un principio los aparto por su diferencia física, los Doriants habían experimentado la discriminación en carne propia, un hecho que había generado un odio incontrolable por los seres de Melania distintos a ellos. Era una raza guerrera, acostumbrada a cazar para sobrevivir, y debido al hábitat que conformaba la cadena montañosa Ejjostruk, los Doriants podían sobrevivir a los climas más hostiles de Melania.
La sensación que sentía Arkanis al observarlos era por demás excitante, sentía el placer de la victoria en sus manos. Ya se lo imaginaba…
Fue Flouter el encargado de devolver a la realidad a Arkanis.
- Señor, están esperando, deben partir.
- Si, tienes razón, me perdí en mi imaginación, ver tantas armaduras onix me dieron la impresión de estar observando una gran sombra, sin duda generan un gran impacto visual.
- Así es señor, debo confesar que me inspiran mucho terror, pero a la vez una profunda tranquilidad al saber que no estoy en su camino.
- Jajaja… te entiendo Flouter, y también entiendo que llego la hora. Has sonar el cuerno de Kelmarath.
- Será un placer.

El sonido proveniente de Kelmarath fue ensordecedor, debido a esto, todas las huestes apostadas en las afueras de Forbloom quedaron paralizadas, observando al balcón de las salas de las tempestades. Ahí se veía erguirse una imponente figura, la de Arkanis Sortepuk, general del ejército al que habían jurado lealtad incondicional, lo único que impediría cumplir su juramento seria solamente la misma muerte.
Flouter una vez más volvió a descargar todo el aire que sus pulmones podían recoger en el Cuerno de Kelmarath.
Y esta vez obtuvo como respuesta el sonido de los 7 cuernos de Florjag, entregados a los Tenientes encargados de guiar a las divisiones en esta empresa.
Las huestes aclamaban feroces, aturdían los corazones que presenciaban ese momento.
Repetían una y otra vez el nombre de su nuevo líder, ese que se había levantado y resaltado entre las sombras. Ese que les había prometido un mañana distinto, ajeno a toda bondad, sumergidos en los placeres prohibidos.
Entre esos alaridos desencajados por la locura que les generaba el odio hacia los seres libre, por esa sed incontrolable de sangre fresca, repetían al unísono:
“Zargoth, Zargoth, Zargoth, Zargoth, Zargoth…”
Los vítores se convirtieron en estallidos al ver aparecer de repente a la figura de su líder en el balcón. Zargoth observaba con soberbia a esas inmundas criaturas que lo idolatraban. Fue entonces que levanto sus manos, en señal de sus deseos de hablar.

Hijos del oscuro mañana, el momento ha llegado! Es hora de recuperar el orden en la tierra de Melania, es tiempo de someter a los otros pueblos a nuestros deseos, es hora de que entiendan, que un solo régimen moldeara la nueva vida.
Basta de ver a los líderes “libres” como se jactan en llamarse, invadiendo tierras ajenas, haciendo y deshaciendo pactos hipócritas útiles únicamente para la conveniencia de unos pocos. Ustedes fueron ignorados, desde hace mucho tiempo.
Ustedes fueron marginados, obligados a vivir aislados de un mundo que no los comprende, que les teme, tanto por ideales culturales, como por diferencias físicas.
Fueron impulsados a vivir lejos de riquezas, tanto materiales, como terrenales. Obligándolos muchas veces a cazar para sobrevivir, siendo victimas en incontables oportunidades del hambre que los desbastaba al no poseer tierras aptas para los cultivos. Negándoles la posibilidad de dialogar, de pertenecer al desarrollo que experimentan ellos hoy. Fueron egoístas, y se burlaron de ustedes, sin importarles que tanto ellos como ustedes son convivientes en Melania.
El fin de esas injusticias, esta muy cerca. Lo llevan ustedes en su sangre, en la armadura fundida de Onix que portan con gran esplendor, lo llevan en el odio que ellos mismos generaron, y que los hundirá por su mayor punto débil, su vanidad.
Marchen tropas oscuras, marchen por el mañana que hace tiempo se merecen.
Quiero ver a los numerosos Gmonts degollar sin piedad a nuestros enemigos, saquear las aldeas, incendiar las viviendas de quienes osen hacerles frente. Quiero ver a los hábiles Tarkors montar sus majestuosos Anderions, oscureciendo todo a su paso con el batir de sus alas, generando terror en el corazón de cada impuro. Quiero ver a cada Doriant aplastar a nuestros enemigos, como si se tratara de unos pobres insectos.
Marchen tropas oscuras, recuperen lo que les han hurtado.
Los gritos de las masas fueron ensordecedores, una vez más.
Coreaban el nombre de Zargoth perdidos en júbilo, como si invocaran al dios de la guerra para que los protegiera en esta batalla.
Sonaron una vez mas los 7 cuernos de Florjag, que avivaron más el ánimo de las filas, pero de nuevo Zargoth levanto sus manos, en señal de silencio, y prosiguió con su discurso:

Hoy, ustedes son los protagonistas del final de la era de la luz.
Conquistaran esta tierra, y serán creadores de un nuevo mañana, de un futuro merecido.
Marchen tropas mías, hacia la victoria. Marchen con seguridad porque únicamente…
Hoy, ustedes, son los padres de la eterna oscuridad.


El sonido del cuerno de Kelmarath, dio inicio a la última guerra de esta era.

Capitulo 8.

Al volver a casa solo encontré silencio, todos estaban dormidos. No me había dado cuenta, pero el encuentro con Hara había durado más de lo que había parecido. Me sentía realmente cansado, pero debía alimentarme, además mi madre se molestaría mucho si despreciaba la tarta que me había preparado. Siempre tenía esos detalles…
Después de buscar un poco de agua, me senté en la mesa dispuesto a cenar, pero sinceramente me costaba, tenía muchas inquietudes en mente, la charla con Haramell me había dejado más dudas que certezas, era evidente que mi amigo me había ocultado cosas, aunque me costaba admitirlo, Hara ya no era el mismo, había cambiado.
La preocupación aumentaba, hasta que un sonido me distrajo. Estaba seguro, provenía de la habitación de Irkia. Era raro que mi hermanita se encontrara despierta a estas horas, seguramente era Darest, o un simple acto de mi imaginación.
Mejor seria restarle importancia, terminar de cenar, e ir a dormir. Mañana seguramente tendré otro día demasiado largo.
La casa estaba en silencio, estaba seguro, pero al sentir de nuevo un ruido proveniente de la habitación de Irkia, mi tranquilidad y seguridad me abandonaron. Con todo el sigilo que me permitía adoptar ese momento, me incorpore, tome la pequeña daga que siempre cargaba conmigo, y me dirigí a la habitación de mi hermana.
A medida que me acercaba a su cuarto, una fría brisa me despabilaba, de donde provenía, lo desconocía, pero era evidente que era del exterior.
Otra vez un ruido, pero en esta ocasión era similar al sonido de una pisada, no tenia tiempo para perder, alguien ajeno a mi hogar se encontraba en la habitación de Irkia. El retumbar de los latidos que componía mi acelerado corazón me aturdía, pero eso no impidió que mis movimientos fueran rápidos, si había algo que me caracterizaba era mi agilidad. En medio de la oscuridad me introduje en la habitación, daga en mano, dispuesto a terminar con cualquier tipo de amenaza hacia mi hermana. Mi sorpresa al descubrir ese lugar vacío fue paralizante, yo estaba seguro de haber sentido esos ruidos, esa brisa había golpeado con frío mi cara, y comprendí el motivo, al descubrir que la ventana se encontraba abierta de par en par. No entendía como este hecho era posible, dado que mis padres siempre se aseguraban de que nada quedara abierto, era algo que jamás había sucedido. Sin embargo, mi sorpresa se convierto en terror, escalofrío mediante, al mirar hacia la cama de Irkia, y encontrar a mi hermana mirando impávida hacia la ventana, no había notado que Quamar se había asomado y se observaba de esa forma tan directa desde esa ventana. Irkia parecía ausente, su mirada perdía esos pequeños ojos en lo profundo del firmamento, me atrevo a decir que no se había dado cuenta de mi presencia, cosa que confirme al hablarle y no recibir respuesta a cambio.
Me senté junto a ella, la mire fijamente a los ojos, y ella se mantenía inmóvil, como si yo no existiera. De nuevo volví a pronunciar su nombre, obteniendo esta vez una mirada fija y penetrante en lugar de respuesta.
- Estas bien hermana? – Pregunte.
- Leiden, donde estabas, creí que jamás te volvería a ver.
- De que hablas Irkia? Te sientes bien?
- Si hermano me encuentro bien.
- Que haces despierta, que observabas?
- Ellas me despertaron, me estuvieron vigilando todo el día. Y esta noche han estado aquí.
- “Ellas” a que te refieres, de quien hablas?
- Las siete sombras Leiden, nunca entiendes nada! Quieren llevarme a jugar, dicen que será divertido, que hay más niños. Pero que no debo decirle a mama y papa, porque no me permitirán ir, los adultos olvidan como jugaban de niños. Esta noche era ideal, pero tuvieron que irse sin poder llevarme porque te vieron, no les caes bien.
- Como lo sabes?
- Escuche que lo hablaban entre ellas, y note como gritaban enfurecidas al irse. Es una lastima, estaba aburrida y sin sueño. Igual, dijeron que no me preocupe, que en otro momento van a volver por mi.
- Escúchame Irkia, y préstame mucha atención, yo no vi a nadie. Estas segura que esto que me cuentas no fue un sueño?
- NOOOOOOOOO! Nunca me escuchan, siempre dicen lo mismo!
- No es así pequeña, pero el único ser en esta habitación eras tu, no vi a nadie saltar por la ventana, ni correr por los campos cuando me arrime a la ella para cerrarla, y mucho menos sentí gritos. Creo que estabas soñando, y eso te confunde, suele suceder.
- No Leiden, ellas volverán, lo prometieron.
- Bueno Irkia, yo estaré aquí, y hablare con ellas.
- No, si tu estas no vendrán.
- De acuerdo, pero cualquier cosa me llamas. Entendido?
- Si hermano.
Irkia le dio un fuerte abrazo y se recostó en su cama, aunque en ningún momento aparto la vista de la ventana. Leiden la arropo, y suavemente empezó a tararear una canción que utilizaba a la hora de hacer dormir a su hermanita, cuando ésta era un bebe. Irkia comenzó lentamente a cerrar sus ojos, y su respiración confirmaba que ya estaba quedándose dormida. Leiden también estaba cansado, era hora de dormir.
Una vez en su alcoba, se perdió en sus pensamientos mientras miraba el techo, la situación que había presensiado con Irkia era extraña, demasiado para su gusto.
Lo que mas lo preocupaba era las palabras de su hermana “Leiden, donde estabas, creí que jamás te volvería a ver” a que se referiría exactamente, no lo sabia. Lo que si tenía claro, era la sensación de angustia que lo abordo al sumergirse en el terror de un sueño repetido:
Siento que corro, pero mis pies no se mueven,
escucho los gritos de mi hermana Irkia en el jardín,
nadie la escucha, solo yo.
Nadie puede ir a buscarla, mis padres duermen,
mis hermanos no están.
El miedo me ahoga, no puedo gritar, y ella,
una y otra vez repite mi nombre
Leiden, Leiden, Leiden!...

Capitulo 7.

El momento había llegado, la alineación estaba cerca, debía cumplir el destino para el cual el supremo lo había creado.
Era hora de partir. Seria un viaje largo, era conveniente llevar solamente lo necesario, dado que sus alas nunca habían tenido la oportunidad de enfrentarse a una prueba tan difícil.
Adriel, hijo único, heredero al trono Drakk, abandonaba su palacio con la triste certeza de nunca más volverlo a ver.
La noche estaba fría, apenas brillaban un par de estrellas en el firmamento, una tenue luz provenía de Effith la sexta luna, los cielos se encontraban desiertos, detalle que facilitaba el camino a seguir.
La consigna era clara, seguir la constelación de Routh. No podía equivocarse.
Ese conjunto de estrellas lo llevaría al encuentro. Las distancias se hacían notar bajo sus pies, en el suelo, pero Routh seguía tan distante como al principio.
Comenzaba a cansarse, necesitaba parar a descansar y alimentarse, aunque no era lo conveniente, los tiempos eran tiranos en días de crisis.
Unos cuantos metros más adelante se cruzo con un llano que le inspiraba una sensación parecida a la paz. Adriel decidió descender un momento.
Nada se comparaba con la frescura generada por el rocío sobre el pasto, era una hermosa sensación en exceso relajante. De un pequeño bolso Blojh saco un trozo de Mersû, un alimento creado por los sabios Drakk que era ideal para estas ocasiones, liviano a la hora de digerir, pero rico en nutrientes. Un guerrero sin duda podía sobrevivir un par de meses alimentándose solamente de él. Lo único que no lo convertía en un verdadero milagro era su sabor, una mezcla entre pescado, maíz, carnes, y frutos no sabía para nada bien.
Pero eso no importaba, Adriel era lo suficientemente responsable para entender que en ese momento debía dejar su fino paladar de lado. Haber parado cerca de un arroyo fue una decisión inteligente, dado que se había olvidado de cargar su cantimplora de viaje con agua. Ingerir Mersû sin algo para beber era completamente imposible, así que decidió acercarse a la orilla del arroyo.
Se sentía bien de nuevo, su estomago estaba satisfecho, su fuerza renovada, y se había refrescado con el agua que corría en esos lares. Aunque había empezado a tener un poco de sueño, lo ideal era proseguir con su viaje, no gozaba de tiempo para desaprovechar. Comenzó a juntar sus pertenencias, pero quedo paralizado al sentir un sonido similar a un estornudo. Sus ojos estaban dotados con la capacidad de ver en la noche, como si lo hicieran bajo los rayos del sol. Y estaba seguro, en ese lugar estaba solo, sus agudos sentidos del oído y olfato lo confirmaban. Tras volver a repasar todo su entorno con la vista una vez más, se conformo con pensar que ese ruido había sido producto de su imaginación. Cargo su cantimplora, agarro su Blojh, y en ese momento volvió a sentir un estornudo, pero esta vez no era imaginario, lo sabia por esa cosa viscosa que había salpicado su mano.
- explícame ya que haces aquí Carmak, antes que no quiera escucharte y te envíe de una patada de nuevo al palacio.
- Seseseñor, didisculpe pero nono podiaaaaachhhiiisss!!!!!!!!!
Esta vez la puntería fue más certera, o por lo menos eso pensaba la cara de Adriel…
- Es el colmo, no solo te escondes en mi blojh, sino que te pido una simple explicación y obtengo como respuesta un gigantesco recuerdo húmedo de tu nariz en mi rostro.
- Es queque sosoy aleeergico al rororocio de lunaaaaachhhiiissssss!
- CARMAAAAAK! Te molestaría taparte la cara cuando me estornudas encima?
- Si señor, peperdone, lo haré. Le decía, nono podía dedejarlo partir solo, es muy largo el camino para que sea en sosoledad.
- Perfecto! Te envió mi padre?! Contesta!
- No Princicipe, el señor Horpeutt no sasabe de nuestra iiída. Por lo memenos no
por elel momentoto.
- bien como sea, volverás a casa.
- Pepero señor! No quiquiero volver!
- Nunca te pregunte que es lo que deseabas, te di una orden y debes cumplirla.
- Nono pienso dedejarlo solo aaaaaaaquiiii… cccchhhiiiiisssss!!
- Pero por favor Carmak, hace solamente un rato que estas fuera del palacio, y ya eres victima fatal de una simple alergia, no se discute mas, vuelve a casa, y es mi ultima palabra.
- Pepero puedo viajajar en el Blojh!
- De ninguna manera permitiré que duermas en mis provisiones!
- Pero meme necesitararaaaachiiiiiis!!!!
- No pequeño amigo, estaré bien, es mi destino. Debo enfrentarlo solo…
- Cuando un Monplath es entregagado a un Drakk, éste no puepuede abandonarlo, dedebe acompapañarlo por elel resto dede sus didias.
- O puede volver a Monplandia, cuando el Drakk creció y piensa que ya no necesita a su Monplath…
Los pequeños ojitos de Cramak se llenaron de lagrimas, su especie podía soportar muchas cosas, frío, calor, hambre, Drakk bebes consentidos, hasta podían tolerar una espantosa alergia, pero sin ningún lugar a dudas lo que un Monplath no era capaz de aguantar, era el desprecio de su amo. Esa figura significaba muchísimo para ellos, era mas fuerte que el lazo que compartían con sus propios padres, teniendo en cuenta claro, que una vez que los huevos eran concebidos, al nacer solo veían a sus futuros amos. Con los cuales compartían toda su crianza, tanto propia como ajena. Mayormente los Monplath llegaban a madurar primero, pero Cramak no era el caso. El príncipe Adriel siempre había sido superior en su crecimiento, en su razonamiento. Y ahora se ponía en evidencia.
El príncipe heredero al trono Drakk había elegido afrontar un destino lleno de augurios negros, en soledad. Sin someter a su amigo a ningún tipo de peligro.
Sin duda Adriel había tomado su decisión desde el corazón, pero el pequeño Cramak jamás entendería ese acto. El sentimiento de rechazo generaba una angustia más fuerte de la que él podía soportar.
Lo mejor seria volver a la tranquilidad del palacio.
Con lágrimas rodando por sus mejillas miro a su amo en el rincón mas profundo de sus ojos.
Para lo que el príncipe Adriel solamente tuvo una respuesta:
- Vete…
Vio al pequeño Cramak agitar sus alitas y elevarse, mientras repetía en su interior un conjuro de protección para su amigo. Pensaba que sin duda algún día éste lo entendería.
Y confirmo ese sentimiento al sentir el eco montado sobre el viento de un fuerte y profundo estornudo.