Millas y millas lo separaban de Drakkomith, y Routh seguía tan distante como al principio. Más de una vez había pensado en dar la vuelta y volar a casa, pero también más de una vez su conciencia le decía que no era posible. El era parte de estos acontecimientos, que cambiarían los días en Melania.
Pronto amanecería, y la constelación que guiaba su camino dejaría de ser visible.
Era necesario cubrir la mayor distancia posible mientras podía, ese era el motivo por el cual no había interrumpido su marcha en toda la noche, aunque a estas alturas estaba agotado. Pero si quería seguir con su misión, tenia que parar.
Adriel descendió de los cielos con mucha sutileza no era conveniente que alguien mas se percatara de su presencia. Aunque desde las alturas no había observado nada peculiar, prefería estar atento y pasar inadvertido.
Tras alimentarse y beber un poco de agua, sus fuerzas se vieron renovadas, aunque no así su cansancio. Debía dormir, o no seria capaz de seguir.
Miro todo a su alrededor buscando el sitio ideal, no era habitual que un príncipe Drakk durmiera a la intemperie. No era un lujo que solía disfrutar.
Aunque era hijo de un linaje puro de antepasados reyes de su tierra, Adriel siempre se había mostrado distinto, no era engreído como sus padres, tal vez este seria el motivo por el cual él era tan querido por su pueblo.
No podía decidirse tan fácil, todo le resultaba tentador. Unos cuantos árboles se mostraban muy cerca de donde él estaba, no recordaba haberlo visto mientras estudiaba mapas en su infancia, pero ese detalle nada importaba ahora, nadie podía quitarle el placer que sentía al imaginarse dormido en las sombras que generaban esos sauces.
Definitivamente esa fue su decisión. Suavemente comenzó a volar hacia esas copas verdes que se elevaban a lo lejos. A medida que se acercaba sentía el cantar de los pájaros en ese sitio, sin duda era ideal para su descanso merecido.
Llego a los límites del pequeño bosque y comenzó a caminar entre los árboles buscando uno que se viera cómodo, aunque no diferían mucho uno del otro. Era un lugar hermoso, los rayos del sol se colaban entre las ramas, iluminando todo a su alrededor de un apacible color verde.
Sin duda era uno de los lugares mas hermosos que había conocido.
Había notado que todos los árboles eran idénticos, parecían vivos reflejos de sus pares, algo que le pareció un tanto extraño, pero que adjudico a su vista cansada. Fue cuando noto uno verdaderamente distinto a los demás que se sorprendió… de su copa colgaban unos frutos, cosa que no ocurría en los anteriores.
Se acerco a él para observarlo bien de cerca, pero no había nada fuera de lo común.
El aroma que liberaba era increíble, sin duda esos frutos deberían ser exquisitos. Pensó recoger uno y llevarlo a su boca, pero la sensación de saciedad que experimentaba por el Mersû no lo permitió.
Recordó el motivo por el cual había llegado a ese sitio, y el sueño volvió a apoderarse de su cuerpo. Seria conveniente descansar, y ya había encontrado el lugar indicado.
Tras descolgarse su bolso Blojh se acomodo de manera apacible a los pies del árbol, posando sus manos bajo su cabeza, se dispuso a dormir. Pero los minutos pasaban y no lo conseguía, era extraño, dado que experimentaba un cansancio total. Cerro de nuevo los ojos, intento despejar su mente, ponerla en blanco, liberar sus pensamientos de tantas preocupaciones aunque sea de forma momentánea, pero era inútil, el sueño lo había abandonado.
Adriel se sentía malhumorado, deseaba dormir. Y no lograrlo lo irritaba mucho más que su cansancio. Se sentó, observo todo a su alrededor, y noto que los pájaros ya no cantaban, todo el lugar había enmudecido. Lo único que rompía ese silencio eran los latidos de su corazón, y su acompasada respiración. Lentamente comenzó a sentirse incomodo, observado, aunque era mejor restarle importancia, y tratar de descansar, sin duda después se sentiría mejor. Volvió a recostarse, intentando dormir una vez mas, y casi lo estaba logrando, hasta que sintió como unas ramas se quebraban sobre su cabeza, si bien se desconcentro, Adriel no abrió para nada los ojos, se conformaba con imaginar que seria una ardilla, o algún ser similar que viviera en ese árbol. Pero se convenció a si mismo de ese error, al ser victima de un fuerte golpe en la cabeza.
Rápidamente se incorporo de un salto, desplegó sus alas y desenvaino su resplandeciente espada, sea quien sea su atacante había cometido un gran error al meterse con un príncipe Drakk soñoliento.
Más fuerte que ese repentino golpe fue su sorpresa al verificar que en ese lugar no había absolutamente nadie, ni siquiera vio una huella ajena a su persona. El único cambio que noto luego de observar todo en detalle durante unos cuantos segundos, fue que uno de los frutos del árbol estaba caído muy cerca de donde momentos antes él descansaba. Lo tomo, lo limpio un poco, y lo miro de cerca, era un cuerpo esférico perfecto, al olerlo confirmo que el hermoso aroma en el ambiente provenía de ese árbol. Y la tentación lo supero.
Dejando de lado el cercano recuerdo que tenia su estomago por el Mersû, llevo la fruta a su boca, no se había equivocado, el sabor era de los mas deliciosos que jamás había probado. Sin darse cuenta, en pocos bocados termino de comer. Quería más, sentía que necesitaba más. Desplegó sus alas decido a tomar unas cuantas mas, pero no llego a elevarse mas que unos pocos centímetros del suelo. Volvió a intentarlo, pero esta vez fue peor, no solo no contaba con la fuera necesaria para volar, sino que también era presa de un fuerte mareo. Todo en torno a él daba vueltas sin parar, se sentía pesado, sus parpados caían, y él no lo podía evitar.
Lo que el príncipe heredero al trono Drakk había intentado durante mucho tiempo en vano, una simple fruta lo consiguió en cuestión de segundos. Adriel yacía inconciente al pie de ese árbol, de extraños frutos con hermosos aromas.
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