El pequeño Zar no paraba de correr… nada hacia que disminuyera la velocidad.
Ni las sombras extrañas del bosque de Lorx, ni los gritos desesperados de Parse.
Él sentía algo…Lo llamaba, lo atraía, una sensación incontrolable de poder hacia que perdiera la cordura. Nada importaba, solo tenia que llegar.
Metros y metros había avanzado, Parse casi no llegaba a verlo.
Cada vez estaba más hundido en la oscuridad, no sabia donde iba, solo seguía los gritos que lo llamaban.
“Ven hacia nosotros, libéranos y se dueño de nuestro poder”
Los sentía cada vez más fuerte, estaba cerca.
Parse desesperado llamaba a su hermano sin obtener respuesta alguna.
Y las voces se acercaban más y más, retumbaban cada vez mas fuerte en los oídos de Zargoth, quien cegado por la curiosidad no notaba la distancia que lo separaban de la cordura.
De repente, las voces enmudecieron.
Zar se encontraba justo en la entrada de una cueva, una extraña sensación le decía que tenía que entrar, pero por otro lado debía volver con su hermano, la duda carcomía al pequeño.
Hasta que de nuevo algo lo llamo, la voz de una pequeña niña le dijo:
“ven, estoy aquí, siempre esperé por ti”
Zar ya no dudo, y sin mirar atrás se interno en la cueva.
Si bien el bosque de Lorx era completamente desconocido para Parse, las técnicas que usaba para cazar no tenían frontera alguna, podía reconocer fácilmente las huellas dejadas por su hermano.
Así fue que siguió un camino de distancia extensa, irregular, en zigzag.
Hasta el lugar al que jamás quería llegar, hasta el lugar que solo había oído nombrar en pesadillas de viajeros invadidos de locura.
Las huellas de Zargoth se detenían en la entrada de la Gruta de las voces perdidas.
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