sábado, 14 de marzo de 2009

Capitulo 3.

La hora señalada por los viejos amigos había llegado, Sadome brillaba en lo más alto del firmamento, su resplandor difuso se había tornado rojizo, dándole extraños rostros a los árboles.
La vieja posada se encontraba atestada de clientes, mientras Leiden y Haramell se miraban a los ojos, una joven mesera se acerco para tomar el pedido.
- Bien, que van a ordenar?
- Veo que las costumbres en Lirien no han cambiado… Después de un largo tiempo de ausencia, los negocios siguen siendo más importantes que saludar a un viejo amigo. – Inquirió Hara. –
La cara llena de vergüenza de Leiden no le permitió pasar inadvertido.
- Perdón Hara, es que no tuve tiempo de avisarle susurro este.
- Oh, no lo decía por ti mi amigo, lo digo por la bella Armel, que no fue capaz de reconocerme. Tan cambiado estoy?
Armel no daba crédito a lo que oía ni veía, sus ojos se llenaron de lagrimas, es que habían pasado muchos años de una partida sin explicación, de una triste noche en donde muchas cosas perdieron el sentido, perdieron el significado. Solamente pudo hacer una cosa, abalanzarse sobre el recién llegado, y llorar en sus brazos.
El tiempo se detuvo, no se escuchaba ningún ruido, nadie cantaba ninguna canción de fiesta, ninguna copa chocaba con otra, no existía nada mas en toda la tierra de Melania, que el latido de su corazón, galopando acelerado por una persona que pensó jamás volver a ver.
Nada mas importaba, ni los pedidos acumulados, ni que los dueños del lugar la miraran sin entender nada, luego podría explicarles lo que pasaba a los señores Gratte, ellos entenderían.
De repente la razón volvió a su cabeza, sintió calor, proveniente de una calida mano que le secaba las lagrimas del rostro, y unas dulces palabras que confirmaban su sueño.
- Mi querida Armel, no me llores mas, ya no hay motivos, estoy aquí de nuevo.
- Te extrañe tanto, tanto, tanto Haramell, no lo entendía, no lo aceptaba. Te buscaba en cada rincón, en cada rostro. Hasta el día que me convencí de no volver a verte, y llore tu muerte.
- No tengo palabras para pedirte perdón, y todas las explicaciones que necesitas escuchar, van a ser dadas en su momento, y ahora no lo es.
- Muy cierto interrumpió Leiden, testigo mudo de toda la escena, tengo sed.
- Y si yo no vuelvo al trabajo, tendré problemas. – Rió Armel, mientras miraba de reojo como la señora Gratte se ponía un delantal de camarera. – que desean tomar? – pregunto nuevamente.
El pedido fue único.
- Cerveza de Nuez!
- Cerveza de Nuez!

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