El momento había llegado, la alineación estaba cerca, debía cumplir el destino para el cual el supremo lo había creado.
Era hora de partir. Seria un viaje largo, era conveniente llevar solamente lo necesario, dado que sus alas nunca habían tenido la oportunidad de enfrentarse a una prueba tan difícil.
Adriel, hijo único, heredero al trono Drakk, abandonaba su palacio con la triste certeza de nunca más volverlo a ver.
La noche estaba fría, apenas brillaban un par de estrellas en el firmamento, una tenue luz provenía de Effith la sexta luna, los cielos se encontraban desiertos, detalle que facilitaba el camino a seguir.
La consigna era clara, seguir la constelación de Routh. No podía equivocarse.
Ese conjunto de estrellas lo llevaría al encuentro. Las distancias se hacían notar bajo sus pies, en el suelo, pero Routh seguía tan distante como al principio.
Comenzaba a cansarse, necesitaba parar a descansar y alimentarse, aunque no era lo conveniente, los tiempos eran tiranos en días de crisis.
Unos cuantos metros más adelante se cruzo con un llano que le inspiraba una sensación parecida a la paz. Adriel decidió descender un momento.
Nada se comparaba con la frescura generada por el rocío sobre el pasto, era una hermosa sensación en exceso relajante. De un pequeño bolso Blojh saco un trozo de Mersû, un alimento creado por los sabios Drakk que era ideal para estas ocasiones, liviano a la hora de digerir, pero rico en nutrientes. Un guerrero sin duda podía sobrevivir un par de meses alimentándose solamente de él. Lo único que no lo convertía en un verdadero milagro era su sabor, una mezcla entre pescado, maíz, carnes, y frutos no sabía para nada bien.
Pero eso no importaba, Adriel era lo suficientemente responsable para entender que en ese momento debía dejar su fino paladar de lado. Haber parado cerca de un arroyo fue una decisión inteligente, dado que se había olvidado de cargar su cantimplora de viaje con agua. Ingerir Mersû sin algo para beber era completamente imposible, así que decidió acercarse a la orilla del arroyo.
Se sentía bien de nuevo, su estomago estaba satisfecho, su fuerza renovada, y se había refrescado con el agua que corría en esos lares. Aunque había empezado a tener un poco de sueño, lo ideal era proseguir con su viaje, no gozaba de tiempo para desaprovechar. Comenzó a juntar sus pertenencias, pero quedo paralizado al sentir un sonido similar a un estornudo. Sus ojos estaban dotados con la capacidad de ver en la noche, como si lo hicieran bajo los rayos del sol. Y estaba seguro, en ese lugar estaba solo, sus agudos sentidos del oído y olfato lo confirmaban. Tras volver a repasar todo su entorno con la vista una vez más, se conformo con pensar que ese ruido había sido producto de su imaginación. Cargo su cantimplora, agarro su Blojh, y en ese momento volvió a sentir un estornudo, pero esta vez no era imaginario, lo sabia por esa cosa viscosa que había salpicado su mano.
- explícame ya que haces aquí Carmak, antes que no quiera escucharte y te envíe de una patada de nuevo al palacio.
- Seseseñor, didisculpe pero nono podiaaaaachhhiiisss!!!!!!!!!
Esta vez la puntería fue más certera, o por lo menos eso pensaba la cara de Adriel…
- Es el colmo, no solo te escondes en mi blojh, sino que te pido una simple explicación y obtengo como respuesta un gigantesco recuerdo húmedo de tu nariz en mi rostro.
- Es queque sosoy aleeergico al rororocio de lunaaaaachhhiiissssss!
- CARMAAAAAK! Te molestaría taparte la cara cuando me estornudas encima?
- Si señor, peperdone, lo haré. Le decía, nono podía dedejarlo partir solo, es muy largo el camino para que sea en sosoledad.
- Perfecto! Te envió mi padre?! Contesta!
- No Princicipe, el señor Horpeutt no sasabe de nuestra iiída. Por lo memenos no
por elel momentoto.
- bien como sea, volverás a casa.
- Pepero señor! No quiquiero volver!
- Nunca te pregunte que es lo que deseabas, te di una orden y debes cumplirla.
- Nono pienso dedejarlo solo aaaaaaaquiiii… cccchhhiiiiisssss!!
- Pero por favor Carmak, hace solamente un rato que estas fuera del palacio, y ya eres victima fatal de una simple alergia, no se discute mas, vuelve a casa, y es mi ultima palabra.
- Pepero puedo viajajar en el Blojh!
- De ninguna manera permitiré que duermas en mis provisiones!
- Pero meme necesitararaaaachiiiiiis!!!!
- No pequeño amigo, estaré bien, es mi destino. Debo enfrentarlo solo…
- Cuando un Monplath es entregagado a un Drakk, éste no puepuede abandonarlo, dedebe acompapañarlo por elel resto dede sus didias.
- O puede volver a Monplandia, cuando el Drakk creció y piensa que ya no necesita a su Monplath…
Los pequeños ojitos de Cramak se llenaron de lagrimas, su especie podía soportar muchas cosas, frío, calor, hambre, Drakk bebes consentidos, hasta podían tolerar una espantosa alergia, pero sin ningún lugar a dudas lo que un Monplath no era capaz de aguantar, era el desprecio de su amo. Esa figura significaba muchísimo para ellos, era mas fuerte que el lazo que compartían con sus propios padres, teniendo en cuenta claro, que una vez que los huevos eran concebidos, al nacer solo veían a sus futuros amos. Con los cuales compartían toda su crianza, tanto propia como ajena. Mayormente los Monplath llegaban a madurar primero, pero Cramak no era el caso. El príncipe Adriel siempre había sido superior en su crecimiento, en su razonamiento. Y ahora se ponía en evidencia.
El príncipe heredero al trono Drakk había elegido afrontar un destino lleno de augurios negros, en soledad. Sin someter a su amigo a ningún tipo de peligro.
Sin duda Adriel había tomado su decisión desde el corazón, pero el pequeño Cramak jamás entendería ese acto. El sentimiento de rechazo generaba una angustia más fuerte de la que él podía soportar.
Lo mejor seria volver a la tranquilidad del palacio.
Con lágrimas rodando por sus mejillas miro a su amo en el rincón mas profundo de sus ojos.
Para lo que el príncipe Adriel solamente tuvo una respuesta:
- Vete…
Vio al pequeño Cramak agitar sus alitas y elevarse, mientras repetía en su interior un conjuro de protección para su amigo. Pensaba que sin duda algún día éste lo entendería.
Y confirmo ese sentimiento al sentir el eco montado sobre el viento de un fuerte y profundo estornudo.
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