sábado, 14 de marzo de 2009

Capitulo 12.

Los diminutos seres bajaron de la copa del árbol con gran rapidez, debían amarrar el cuerpo del extranjero antes de que se despertara. Horgra lo había mandado a buscar porque quería inspeccionarlo en detalle, no entendía que podía llegar a hacer ahí. Un extraño nunca era bienvenido sin invitación.
Tras ajustar los nudos hechos con la tela que generaban las Nych, comenzaron con el ritual para abrir el portal. Solamente ellos podían hacerlo, hasta el momento nadie ajeno a Pridinol conocía la canción que abría las puertas del tronco que comunicaban con su ciudad.
Uno a uno se miraron a los ojos, y entonaron las palabras adecuadas.
Espriditichy – voltaerum – solcitare – amenghian – zanuart
Espriditichy – voltaerum – solcitare – amenghian – zanuart
Espriditichy – voltaerum – solcitare – amenghian – zanuart

La tierra comenzó a vibrar levemente, y en el tronco del árbol un pequeño hoyo se formo, poco a poco se hizo mas grande, contando con una potente luz en su interior.
Los pequeños Pridens levantaron sin esfuerzo el cuerpo inerte del forastero, y comenzaron a caminar hacia la luz.
Al introducirse en Pridinol, un nuevo escenario se presento, a lo lejos se observaba una ciudadela blanca, con inmensas murallas manchadas de un color negro, como si estuviesen carbonizadas, separada de los Pridens por un basto campo de secas praderas, y flores marchitas, el panorama era desolador.
Diclopp tomo su silbato, y tras hacer sonar la señal, unas cuantas Nych aparecieron para oficiarles como transporte una vez más. Ellas conocían el camino a las mazmorras de memoria.
Después de recorrer una gran distancia inundada de sequía, atravesar una especie de ciénaga, introducirse en el interior de la ciudad ahora negra, y bajar unas cuantas escaleras llegaron a una cámara iluminada por antorchas.
- Tráiganlo ante mi- Dijo una voz desde la oscuridad.
Los Pridens depositaron el cuerpo a los pies de Horgra.
- Bien, Diclopp, despiértalo, ya durmió suficiente.
- De acuerdo…
Luego de darle unas cuantas gotas de rocío púrpura, el cuerpo del ser extraño comenzó a temblar, pero fue algo momentáneo, dado que a los pocos segundos el movimiento paro.
Suavemente sus ojos se abrieron, y ahí estaba, observando sin entender absolutamente nada a unos gigantes que lo miraban con desprecio.
Como era posible estar en ese lugar, lo último que recordaba era un sitio muy distinto a eso.
- como te llamas? Que haces aquí? Pregunto Horgra sin perder tiempo.
- Quien quiere saberlo?
- No te pases de listo, o serás alimento de nuestras Nych.
- Si supieras a quien tienes en frente, no te dirigirías a mí en esos tonos, es más, cuidarías cada sucia palabra que expulsa tu boca.
- Jajaja no me hagas reír, dime quien eres, y que planes tienes, o mis zapatos seran lo ultimo que besaras…
- Soy Adriel, príncipe heredero al trona Drakk. Y toma mi consejo, suéltame antes de que sea tarde…
- Insolente, que ha- Horgra fue interrumpido por Diclopp.
- Señor, hemos descubierto unas huellas ajenas a las Nych, alguien nos ha seguido hasta aquí.
- Pero como es posible! Eres un inútil! Las palabras son secretas!
- No entendemos como sucedió, pero créame, en breve estará solucionado.
- Tu vida depende de que nadie ajeno a Pridinol salga vivo de estas tierras.

Carmak observaba toda la situación escondido detrás de unas cajas, para ser sincero estaba muerto de miedo, pero debía dejar sus sentimientos de lado, y liberar al príncipe Adriel. Planeaba esperar a que esos seres se durmieran, pero seguramente dejarían guardias custodiando a su amigo.
Fue entonces que decidió que la mejor forma de ayudar, era atacar. Si dejaba pasar mas tiempo quien sabe que tortura podían proporcionarle a Adriel.
Estaba decidido, o soltaba a su amigo, o perecía en el intento.
Una vez que lleno su pequeño cuervo de valor, respiro profundo, y salto con una daga en la mano. Lastima que no llego muy lejos, debido a que unas cuantas manos lo sujetaron con firmeza y lo arrastraron a la oscuridad.
- Quédate quieto, ni respires, o sentirás el frío acero de mi espada enterrarse en tu corazón.
Carmak solo pudo asentir con un leve movimiento de cabeza, dado que hasta le habían tapado la boca.
- Bien, si te soltamos, prometes no gritar?
Carmak una vez mas asintió, y luego de que dejaran de apretar su boca, respiro profundamente.
- Como te llamas?
- Carmak, soy un Monplath.
- Que hacen aquí, tu y tu amigo?
- Él no sabe que yo estoy aquí, el me echo, dijo que me valla de nuevo al palacio, porque yo no sir-
- DETENTE! Si sigues gritando y llorisqueando así nos oirán!
- De acuerdo, perdón… es que tienes que entenderme, yo solo tenía brotes de alergiaaaaaaachiiisss!!!
Basto con un leve sonido para que las Nych ubicaran la dirección donde se encontraban escondidos, y eso no fue lo peor, no solo ellas lo habían sentido, también Horgra.
- Vallan mis queridas, aliméntense, lo único que les pido es que me traigan la cabeza, para ver quien era el visitante indeseado.
El silbato de Diclopp sonó una vez más, y las hambrientas Nych salieron de cacería,
Sea lo que sea el causante de ese ruido, no viviría para explicarlo.

- Debemos irnos de inmediato, no hay tiempo de seguir preguntando.
- Tienes razón Polcam, al túnel.

Las manos soltaron definitivamente a Carmak, y comenzaron a guiarlo por la oscuridad. Para el joven e inexperto Monplath no había tiempo de dudar, era confiar en ellos, o ver de cerca esas horribles Nych. No había lugar a dudas, y comenzó a correr a la par de sus captores.
Luego de tropezarse varias veces, golpearse contra húmedas y viscosas paredes, y sentir que el aire se hacia mas espeso, Carmak se dio cuenta de que sus compañeros estaban en un punto que desconocían. El lugar se le antojaba espantoso, y algo parecido a un gusano rozo una de sus manos, el susto fue tal que Carmak se abalanzo sobre Polcam, quien termino teniéndolo en brazos como si fuera un niño.
El que parecía ser el jefe se disponía a regañarlos, pero una vibración bajo sus pies lo detuvo. Pensó que eran las Nych que los habían encontrado, que se los comerían sin dejar rastro de su existencia, y cerro los ojos para evitar ver el terror caminar sobre ocho patas. Por suerte para Carmak y compañía, él se equivocaba. No eran las Nych acercándose, era el suelo, estaba cediendo bajo sus pies.
La caída fue terrible, no sabían cuantos metros habían recorrido en total oscuridad por esa profundidad, pero el aire se tornaba denso, era prácticamente imposible respirar. Cada uno de ellos se imaginaba como seria el final, como sus cuerpos se estrellarían contra algo que haría las veces de suelo, pero el impacto nunca llegaba, y nunca llegaría. O por lo menos, no de la manera que ellos lo esperaban.
De repente, todo movimiento paro. Su cuerpo fue detenido suave y elásticamente por algo pegajoso, era imposible librarse. Por suerte para ellos, una de las manos de Polcam había quedado sobre el bolso que éste llevaba, de él extrajo una piedra de amathas, que era utilizada cuando se extraviaba alguien en las expediciones, si bien la luz que largaba era lo suficientemente potente como para iluminar cualquier rincón oscuro, tenia un problema, duraba unos pocos minutos. Pero por lo menos les serviría para darse una mínima idea de donde se encontraban.
Tras decir la palabra que activaba la piedra, el lugar se ilumino.
Era una especia de recamara, seguramente en tiempos inmemoriales había albergado incontables tesoros, pero hoy se encontraba vacía. O por lo menos eso parecía.
Las paredes estaban cubiertas por una densa tela, similar a la que había detenido la caída, no tenían idea de donde había surgido, hasta que vieron dos inmensas patas asomarse rápidamente de una especie de grieta en el suelo.
- Siempre me pregunte de donde habían salido las Nych.- Dijo Polcam con ironía.
- No importa de donde salieron, lo importante es que tenemos una inmensa ante nosotros. Debemos actuar con rapidez. Polcam, llegas a una de tus dagas? Tal vez si cortas una de las líneas de las telas, la tensión se debilite, y podamos movernos. Inténtalo, date prisa.
- De acuerdo señor, tratare, solo déme un instante.
- Me temo que es lo que nos falta, tiempo, no quiero asustarte, pero nuestra pequeña anfitriona se acerca cada vez mas.
- Es que, no, llego, tan solo, si pudiera…
- Vamos, vamos, vamos…
- Espere, espere. Ya casi.
Justo en el instante en que la daga era alcanzada, la descomunal Madre Nych tomaba impulso para saltar sobre los caídos en su tela, levanto sus dos patas delanteras, y dejo ver unos colmillos empapados en veneno. La primer victima había sido elegida.
Polcam alcanzo a gritar, y su jefe llego a ver como una sombra tapaba la poca luz que quedaba de la piedra. Su final estaba cerca.
La situación desesperaba a Carmak, quien lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos, y repetir para sus adentros algo que Adriel una vez le había enseñado.
Sin quererlo, el pequeño Monplath pronuncio las palabras de un poderoso hechizo Drakk, la gigantesca Nych quedo petrificada, se había convertido en piedra. Y al hacerlo, se desmorono sobre su propia tela, rompiendo con su peso gran parte de ella. No la destruyo del todo, pero si lo necesario como para liberar a sus victimas, quienes todavía no salían de su asombro ante tal evento.
- Discuculpepen- dijo Carmak. – Yo nono quiero alarmamarlos, pepero, si miran
Ababajo…
Una centena de patas comenzaron a asomarse de la grieta, sin duda eran las pequeñas hijas Nych que venían a alimentarse. Estaban rodeados. Si bajaban, debían enfrentarse prácticamente en la oscuridad ante una infinidad de Nych, y si subían estaba Horgra buscándolos. Tras meditar un segundo, decidieron volver a subir, por lo menos arriba se podía respirar.
Uno a uno comenzaron a escalar por los restos secos de la tela. Las Nych no perdían tiempo, y se acercaban más y más.
Después de trepar un buen periodo de tiempo, y cubrir una amplia distancia, la luz del exterior comenzó a colarse por algunos orificios en las paredes. Para su sorpresa, al darse cuenta de esto, las Nych de las profundidades se detuvieron, al estar acostumbradas a vivir en plena oscuridad, se les hacia imposible tolerar destellos en sus infinitos ojos.
Para fortuna de nuestros sobrevivientes, esto significaba un problema menos. Ahora solo restaba preocuparse por volver a su escondite, lejos de Horgra y su grupo de Pridens profanados.
Una vez en la superficie, notaron que no había rastros que demostraran que aun los buscaran, sin duda se habían enterado de su caída, y las Nych de Horgra no se atrevieron a bajar a los dominios de su madre. Erróneamente los habían dado por muertos.
- Bien Polcam, venda los ojos de este extraño y diminuto ser, todavía no sabemos verdaderamente quien es o que hace aquí, y no podemos darnos el lujo de poner en riesgo la ubicación del santuario.
- Entendido señor. Permíteme vendarte Carmak, confía en mí.
Carmak fue vendado, y conducido por un camino desconocido no solo para él, sino también para Horgra y las Nych.
Luego de un rato de caminar, el pequeño Monplath se encontraba en lo que ellos habían llamado el santuario. Era un lugar que desbordaba belleza, por donde sea mirado.
Carmak se perdió en sus pensamientos ante tal espectáculo, pero volvió a la realidad al darse cuenta de que estaba siendo observado.
- Donde estoy?- pregunto.
Y fue entonces, que el más serio de sus compañeros se presento.
- Estas en el nuevo santuario de Yahjalma, mi nombre es Rodinack. Soy el líder de los Pridens libres, o rebeldes, como Horgra nos suele llamar. Debo agradecerte el haberme salvado hoy, pero espero que me entiendas… si no me dices de inmediato de donde vienen, y hacia donde van tu y tú amigo, tendré que matarte, y créeme, Horgra no tardara mucho en hacer lo mismo con él. Habla!

Carmak era presa de un miedo descomunal, pero no importaba, debía hablar aunque sabía que no era lo correcto, tenía que salvar al príncipe Adriel, costara lo que costara.

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